miércoles, 15 de septiembre de 2010

EN PARAPENTE POR VILLAR...

Hoy he hecho mi primer vuelo en parapente. Ya había volado anteriormente en avión (vuelos comerciales) y en helicóptero (en el curso de formación que dio Tragsa para las brigadas forestales), pero esto ha sido diferente. Casi diría que ha sido lo menos impresionante... pero sólo hasta que me he empezado a marear...
Pero empecemos por el principio, ¿no?, el génesis: ¿cómo me he decidido a volar?
Bueno, yo no sabía lo que iba a hacer cuando me apunté a las brigadas de emergencia, pero allí coincidí con Nando, un chico que hace parapente -es un crack: va con la selección autonómica incluso- y claro, tras todo el verano hablando de nubes, vientos, velas... y como siempre quiero probar nuevas sensaciones, pues allá que he ido!
Tras haberme liberado un poco después del examen del ADIF, ya no tenía excusas para retrasar más el vuelo, así que me he ido con Nando a Villar del Arzobispo, por tener la orientación adecuada con la previsión del viento.
Me he puesto una chaqueta, por indicación de Nando (porque volando el aire es más fresco en altura), y pantalón largo y botas de montaña por si teníamos algún arrastrón por el suelo en el despegue o aterrizaje, mientras Nando ha preparado la vela del parapente y las sillas donde íbamos a ir sentados durante el vuelo. Allí habían algunos parapentistas más (un estudiante, un bombero, un jubilado y alguno más) que nos echaron una mano por si el primer tirón de la vela nos íbamos al suelo, y antes de que me diera cuenta Nando ha levantado el parapente y nos hemos levantado suavemente y sin ningún problema de la zona de despegue de la ladera.
Tengo que reconocer que el despegue me ha parecido muy sencillo y sin ninguna sensación fuera de lo normal: simplemente estaba volando! y tan normal! Eso de tener en el cuerpo un subidón de adrenalina es lo mejor para algunas cosas! Y así, sin más, hemos comenzado a deslizarnos por la ladera de la montaña de un lado para otro, meciéndonos y subiendo poco a poco gracias al viento de ladera. Fijaos bien cómo mi mano izquierda, la que no sujeta la cámara, no se suelta de la correa que me unía a Nando: el subconsciente me daba seguridad al agarrarme con fuerza de lo que me sostenía... ;-)
Pronto hemos comenzado a subir poco a poco y, de este modo, progresivamente, súbitas ráfagas de viento nos han empezado a sacudir en medio del vuelo. No eran muy fuertes, pero se notaban, lo que hacía que el suave balanceo momentáneamente no fuera tan suave. No le he dado la mayor importancia, pero tras un rato de vuelo, supongo que lo he debido de pagar.
Nando buscaba subir (y yo encantado) y ha encontrado una corriente ascendente que nos hizo ascender a 2-3 m/s. Yo no notaba que subiéramos tan rápido, pero el instrumental que lleva Nando lo confirma. Además, para mantenernos en la corriente hemos girado en círculo, para lo que teníamos que contrarrestar el peso con el cuerpo (como cuando vas en moto). Y así hemos subido bastante. Lo malo es que no he conseguido sentir mucho la ascendente, ya que la hemos perdido rápidamente...
Pero hemos ganado bastante altura e incluso se veía algún parapente por debajo de nosotros: y había unas vistas geniales de la zona. Ya me había relajado y dejaba de asir con fuerza la sujección, pero ahí me he comenzado a sentir un poco mareado. Yo creo que ha sido por haber llevado manga larga, que me ha hecho pasar calor, unido con el balanceo continuado del vuelo... pero Nando se ha dado cuenta y ha decidido bajar para evitar males mayores.
El aterrizaje también lo ha hecho supersuave y no ha habido ningún problema. La sensación de volver a pisar el suelo ha sido rara: no se si por el mareo que traía, o por volver a estar de pie, pero en cualquier caso con alegría por la experiencia. Un buen rato después, Nando me ha preguntado si quería volver a dar otra vuelta, ya que dice que me he mareado muy rápido, pero aún no estaba recuperado y he preferido quedarme en tierra (creo que este es mi medio, jeje).
La verdad es que ha sido una experiencia diferente, muchisisísimo más suave que despegar en avión, pero más atractiva al tener el aire golpeándote en la cara y sintiendo cómo varía la fuerza del viento. Vamos, ¡se lo recomiendo a todo el mundo! Yo, seguro que repito!

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