sábado, 3 de noviembre de 2012

VIAJE A LA SIERRA DE SEGURA

Este puente he estado el finde en la Sierra de Segura con Pitu y Miguel (un chico de Mula, amigo de Pitu) de travesía mochilera por el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas. La ruta no estaba clara porque Pitu tenía el cuello contracturado y no sabía cómo evolucionaría; y la previsión de lluvias tampoco era muy buena, así que decidiríamos sobre la marcha.
Pitu conocía un poco la zona ya que había estado por allí antes del verano, pero le faltaban muchas cosas que ver y además, siendo otoño, la zona prometía paisajes espectaculares con los chopos pintados de un espectacular amarillo. Así, salimos el jueves por la mañana de Bullas con destino a Santiago de la Espada, Pontones y Fuente Segura, para dejar el coche en el monte por el barranco de la Fuerte de la Puerca (cerca de la Tiná del Estrenina – tiná = corral, pa’ entendernos…) junto a la pista de acceso, para no tener el coche muy lejos en caso de tener que volvernos antes. El tiempo no era malo, pero había nubes y hacía un viento que hacía la ruta incómoda.
Así salimos los tres (junto con Coqui, el perro de Pitu, ¡que se me olvidaba!), siguiendo la pista que nos había traído en coche en dirección suroeste subiendo lenta, pero constatemente. Cuando llevábamos una hora de ir por la pista, una señal (por cierto, que estaba todo superbién señalizado) que indicaba un mirador nos hizo salirnos de ella para tener una vista general de a dónde íbamos. Y fue espectacular: se veía todo el valle del barranco del Lobo con las aldeas abandonadas de Los Centenares y El Miravete, donde pensábamos pasar la segunda y tercera noches. El valle este precioso, con la mezcla de los verdes de los pinos y encinas mezclados con los distintos amarillos de los chopos y las hayas. Simplemente espectacular.
Nuestra intención para hoy era la de subir al Banderillas (1993 m) y dormir en el refugio que había en su cima para bajar al día siguiente hacia Los Centenares, pero durante el camino decidimos bajar directamente al valle a disfrutar de esos paisajes cuanto más cerca mejor. Así, tras volver a la pista llegamos a una bifurcación de caminos que nos llevaba hacia los próximos Campos de Hernán Perea o hacia nuestro destino, en dirección noroeste ya por senda. Durante la bajada no podíamos dejar de parar cada dos por tres a disfrutar del paisaje de la Hoya de La Albardía, a través de la que llegaríamos a Los Centenares al día siguiente.
A mediodía llegamos al caserío abandonado (con una decena de casas) de la Hoya y decidimos pasar allí la noche. Como todavía era temprano, salimos a darnos una vuelta, ya sin las mochilas y nos dirijimos por el valle en dirección suroeste hacia la Tiná de las Hoyas. Desde allí las vistas del Banderillas eran espectaculares, viendo las paredes de piedra que quedaban al norte del mismo y que imposibilitaban que se pudiera subir por esa cara… Además, se veía también el valle del río Aguasmulas, afluente del Guadalquivir y decidimos al día siguiente ir a ver su nacimiento, que estaba cerca en línea recta, pero que para llegar había que dar un buen rodeo.
Con esto, nos fuimos de nuevo hacia nuestro hotelito privado, recogimos leña, encendimos nuestro fuego y nos dimos nuestro festín, con vino incluido que me había llevado de casa.
Al día siguiente, nos cargamos con una sola mochila y para proteger a Pitu, Miguel la llevó de ida y yo la llevaría de vuelta. Bajamos por el sendero hasta el cortijo de La Fresnadilla y desde allí, ya junto al Aguasmulas, nos dirigimos aguas arriba intentando adivinar un sendero que pasase entre la maleza y el bosque. No sin dificultades fuimos progresando hacia arriba siguiendo hasta el último curso de agua, que nos llevó más alto de lo esperado: el nacimiento estaba al pie noreste del Banderillas, justo pegado al cortado que habíamos visto el día anterior desde la Tiná de las Hoyas.
Allí paramos a comer algo y, estando allí disfrutando del paisaje y creyendo que nadie había estado allí en mucho tiempo, apareció un hombre que venía buscando también el nacimiento y que casualmente era, como Miguel, ¡de Mula! ¡Justo en el nacimiento del Aguasmulas!
Desde allí, como estábamos a poco más de un kilómetro en línea recta de la tiná del día anterior, decidimos no deshacer todo el camino e intentar llegar por esa ladera. No se si hicimos bien o no, pero llegamos tras un camino difícil lleno de pedreras, maleza y algún pequeño cortado que nos hizo dar algún que otro rodeo… pero al final llegamos al camino y así hasta la Hoya de La Albardía, donde recogimos nuestras mochilas y continuamos por el sendero en dirección a Los Centenares.
Nuestra excursión al nacimiento del río había sido más larga de lo esperado, así que desde donde estábamos, decidimos ir directamente hacia nuestro próximo alojamiento, ya que no teníamos tiempo para visitar nada más (queríamos haber pasado por otra cercana aldea abandonada, Las Canalejas, pero no pudo ser y dijimos de ir al día siguiente). Y de camino hacia Los Centenares, sin saber exactamente dónde, pasamos desde la vertiente atlántica hasta la mediterránea, es decir, de la cuenca del Guadalquivir a la del Segura.
Así que llegamos a la aldea fantasma de Los Centenares… bueno, casi fantasma, porque una de las casas sigue con vida hoy en día! Allí nos encontramos con Pedro Guijarro, el último propietario de una casa en esa aldea, y su familia, que estaban pasando el puente allí (no viven allí todo el año). Pero voy a contar la historia bien contada: en 1977 se expropiaron todas las viviendas que habían dentro del parque natural ya que habían repoblado parte de la sierra y habían introducido animales y querían que el medio fuera lo más natural posible y que hubiera la mínima intervención humana. Por esta razón, expropiaron todas las tierras de los habitantes de la sierra, así como las viviendas. Excepto una que todavía resistía, la de la familia con la que estuvimos (esto es como los galos del cómic de Asterix y Obelix): se negaron a ser expropiados y aún hoy en día siguen de litigios legales…
Nosotros íbamos a quedarnos en una casa abandonada que estaba bastante bien, pero hablando con Pedro, nos dijo que la casa que estaba junto a la suya estaba mejor y así era, por lo que nos cambiamos a esta casa. Estaba genial, cuidada (para proteger la vivienda de Pedro, suponemos) y usada por excursionistas habitualmente. Además, para rematar, nos pusieron luz con una alargadera, nos dieron unos botes de cerveza y una cocacola y embutido casero. ¡Menudo lujo! Con la cocacola nos hicimos un calimochazo con un vino que había en la casa que paqué! ¡Y por la mañana nos dieron unos rollitos recién hechos para desayunar!!!
Esta mañana ha amanecido totalmente cubierto y con muy mala pinta. Ayer el tiempo fue estupendo: soleado y sin viento; pero hoy se ha torcido. Nos hemos preparado para acercarnos a Las Canalejas por un atajo que nos ha indicado Pedro, pero justo al salir ha empezado a llover y nos hemos quedado junto a la lumbre hasta ver si paraba… pero no lo ha hecho. Así que, cuando el tiempo ha dado un paréntesis de lluvia, hemos decidido bajar a El Miravete, la otra aldea que vimos desde el mirador el jueves, ya que había otra casa que estaba en buenas condiciones, y si el tiempo lo permitía visitar Las Huelgas, otra aldea abandonada.
Cuando íbamos de camino hacia El Miravete, junto al barranco del Lobo, la lluvia ha vuelto a aparecer y cuando hemos llegado a la aldea hemos decidido esperar a ver cómo evolucionaba el día, de nuevo junto a la hoguera.
Las horas pasaban y no parecía que mejorase el tiempo, así que hemos pensado que lo mejor era volvernos al coche, puesto que sabíamos que daban más lluvia para el domingo. Así, lloviznando, hemos salido en dirección este en busca de un camino antiguo que Pitu recordaba de su anterior visita a la zona, para subir por una senda amplia, pero mal conservada hasta lo alto de la ladera, donde llegamos muy cerca del arroyo de la Fuente de la Puerca, para volver a tomar la pista por la que iniciamos nuestras andanzas el jueves y volver al coche.
No lo he dicho todavía, pero hemos visto un montón de animales salvajes diferentes: jabalís, cabras montesas, ciervos, gamos, muflones y alguno más que yo no reconocía. Naturaleza en estado puro. Y esta naturaleza también nos ha dado alimento: hemos comido manzanas, una especie de ciruelas pequeñas, uva, membrillo,… todas ellas de los antiguos cultivos de los habitantes de la zona, que aunque están abandonados, siguen dando algo de fruto.
Bueno, un finde estupendo, con sitios preciosos y con muchos más rincones por descubrir en próximas visitas a una sierra que tenemos cerca y que, por suerte, está bastante olvidada por el turismo. ¡Viva la Sierra de Segura!