Hoy he vuelto de mi estancia de tres días en Pirineos (hoy
me he cogido el día libre para hacer un finde largo y poder subir a la montaña,
ya que acabando el trabajo a las siete, no tengo tiempo para llegar…). Para
este viaje he ido con Loli a hacer la ascensión del Vignemale o Pique Longue,
una cima fronteriza entre España y Francia de 3298 m.
Yo salí de La Zenia el viernes por la tarde con destino a
Valencia para dormir allí y salir temprano el sábado con destino a Pont
d’Espagne, en el lado francés de los Pirineos. El viernes por la noche
estuvimos decidiendo si era mejor acceder desde allí o si sería mejor desde los
Baños de Panticosa, en el lado español: accediendo desde Pont d’Espagne
teníamos unas 2,5 horas más de coche, llegando allí a las 16h aproximadamente y
con unos 8-10 km a pie de suave, pero constante subida cargados con todo;
mientras que desde los Baños de Panticosa , podíamos estar a las 12h, pero
teníamos unos 20-25 km cruzando dos collados de 2500 m con el mochilón. Yo
prefería esta segunda opción, pero debido a que teníamos que llevar a cuestas
saco, tienda y comida ya que nos había sido imposible contactar con el Refugio
de Oulettes (donde queríamos dormir).
Con todo esto nos dirigimos a Pont d’Espagne, pensando que
sería el pueblo donde llegaba la carretera, pero no: se trata de una gran zona
recreativa donde hay un enorme parking donde dejar el coche (pagando, claro,
unos 8€). Pero bueno, ya que estábamos allí los pagamos e iniciamos la subida
por el precioso Valle de Gaube, siguiendo el GR10. Al principio subía bastante,
pero en cuanto llegamos al lago de Gaube la subida se hizo mucho más tendida y
fácil. Hacía una tarde estupenda y había una gran cantidad de senderistas por
la zona: la verdad es que merece la pena pasar el día en familia por esa zona,
sin mochila y disfrutando, no como nosotros, cargados hasta los topes! El
camino se hizo bastante ameno ya que vimos bastantes animales: vacas y cabras
montesas a mogollón y hasta marmotas. Además las vistas del valle eran
espectaculares, siempre con el macizo del Vignemale al fondo, presidiendo, y
los dos pequeños glaciares que daban a la cara norte.
Así, llegamos al Refugio de Oulettes de Gaube (2151 m) a
buena hora con la suerte de poder coger litera! Allí, me encontré con un amigo
orientador, Joaquín de Huesca, que estaba haciendo una ruta circular de 4-5
días por la zona (ahora no recuerdo el nombre de la ruta) y que les quedaba un
día de marcha.
Al día siguiente madrugamos bastante y fuimos de los
primeros en salir del refugio antes de las 7 de la mañana con la intención de
subir el Vignemale y el Petit Vignemale (si nos daba tiempo). Habíamos dejado
en el refugio todo lo que no necesitábamos y podíamos subir con mucha más
facilidad. El primer tramo hasta el collado Hourquette d’Ossoue (2734 m) era
bastante empinado, pero todavía íbamos con las fuerzas repletas. Desde allí
bajamos al Refugio Bayssellance (2651 m) y desde él seguimos bajando un poco
más para dejar el GR 10 cogiendo una senda menos clara que salía a la derecha
justo en una curva del camino. Desde allí ya se veía el glaciar d’Ossoue, que
tendríamos que atravesar para llegar a nuestra meta. Poco a poco la subida se
iba haciendo más empinada y fuimos desviándonos hacia la izquierda (en
dirección al glaciar) para coger el hielo lo más tarde posible.
Entonces nos calzamos los crampones y entramos al glaciar:
era el primer glaciar que pisaba. Hasta ahora había usado los crampones en
laderas heladas, pero nunca sobre un glaciar y me quedé un poco impresionado
con las grietas que tenía. Recordaba de EGB lo que nos enseñaban, pero esto era
espectacular, y el día acompañaba. Poco a poco, el glaciar se hizo más tendido
y lo atravesamos sin problemas buscando el paso entre las grietas para avanzar,
llegando hasta el final.
Se veían al fondo las grutas Russell, excavadas por Russell
en la roca como refugio para las ascensiones de este enamorado de esta montaña
de principios del siglo pasado. Era espectacular ver cómo ahora están a unos 20
de altura desde la superficie del glaciar y pensar que hace un siglo se podía
acceder a ellas desde el mismo glaciar… Sin palabras.
Llegados al final del glaciar nos colocamos los cascos y nos
dirigimos al final de la subida, un tramo con mucha pendiente para el que
tenías que ayudarte de las manos en muchos sitios (sin llegar a trepar), pero
en el que había riesgo de caída de piedras de otros montañeros que iban más
arriba. Poco a poco, y con bastante precaución, alcanzamos la cima del
Vignemale (3298 m) con relativa facilidad. Además, no era más de mediodía y el
tiempo era bueno, así que decidimos subir a otro par de picos más del circo
glaciar, que se veían bastante fáciles.
Bajamos otra vez al glaciar con más precaución todavía y nos dirigimos al Cerbillona (3247 m) por el collado de Cerbillona por una subida bastante fácil, para después crestear y llegar al Pico Central (3235 m) cruzando por el collado de Lady Lyster (3200 m). Allí nos encontramos con un grupo de cuatro valencianos que habían salido del Refugio Bayssellance y que estaban haciendo la misma ruta que nosotros, así que nos unimos.
Bajamos otra vez al glaciar con más precaución todavía y nos dirigimos al Cerbillona (3247 m) por el collado de Cerbillona por una subida bastante fácil, para después crestear y llegar al Pico Central (3235 m) cruzando por el collado de Lady Lyster (3200 m). Allí nos encontramos con un grupo de cuatro valencianos que habían salido del Refugio Bayssellance y que estaban haciendo la misma ruta que nosotros, así que nos unimos.
Como íbamos bien de tiempo, y a pesar de que empezaban a
aparecer algunas nubes, el buen ánimo y la alegría nos hizo decidir ir a subir
el Petit Vignemale. Bajamos al glaciar nuevamente a través del collado de Lady
Lyster y bajamos por el mismo sitio por donde habíamos subido para dirigirnos
nuevamente al Refugio Bayssellance. Allí se quedó uno de los valencianos,
mientras nosotros nos volvimos a encaminar al collado de Hourquette d’Ossoue
para coger el desvío hacia la última cima del día. El cielo ya se estaba
encapotando y a lo lejos se veía alguna tormenta, pero decidimos hacer la última
subida.
Yo no creía que la tormenta apareciera tan rápido, pero
llegó cuando nos quedaba poco para coronar, así que nos pusimos los
chubasqueros y nos obcecamos en llegar con la tormenta ya encima de nosotros
con el peligro que traía: vimos cómo caía algún rallo al otro lado del valle, a
no más de un kilómetro… Así que hicimos cima en el Petit Vignemale (3032 m) y bajamos
corriendo cagando leches! Ya en el collado la tormenta había pasado, y con la
cabeza un poco más fría me di cuenta de que en cuanto nos habíamos dado cuenta
de la tormenta, lo que teníamos que haber hecho era habernos vuelto… ¡Pero de
todo se aprende en la vida! Por suerte no había sido muy larga ni había llovido
mucho.
En el collado nuestros compañeros se volvieron hacia su
refugio mientras que nosotros nos dirigimos hacia abajo en busca del calor del
refugio. Pero no iba a acabar todo ahí: a mitad de la bajada nos cogió otra
tormenta, esta vez sin tantos rallos, pero con bastante más agua. A pesar de
correr otro rato para que no nos pillara la lluvia, cuando llegamos al refugio
íbamos calados hasta los huesos.
Hoy lunes no hemos madrugado mucho, pero la bajada cargados
de nuevo con las mochilas se ha hecho bastante larga y cansina. Al llegar al
Pont d’Espagne nos hemos dado una vuelta por la zona y hemos descubierto unos
parajes preciosos, con unas cascadas espectaculares y unos puentes de piedra
centenarios. Lo único es que estaba lleno de tiendas de souvenirs y turistas
haciendo fotos: nosotros que llevábamos dos días casi sin ver a nadie,
llegábamos a la civilización y al mundo del consumismo en cuestión de minutos!
Desde allí, todavía nos quedaba un buen paseo hasta Valencia y
a mí otro poco más hasta Orihuela, así que comimos algo rápido y dejábamos las
mini-vacaciones hasta más ver! ¡Espero no tardar mucho en volver a estas
montañas!